La Senda del Perdedor

A veces pienso que la vida da algunas oportunidades, que las veo pasar sin pestañear, mientras me tomo un trago.

jueves, junio 15, 2006

Una calle del pasado.


Era una calle polvorienta y amarilla.
Detrás del edificio sacro y blanco estaban parados , a un par de kilómetros verdes cerros redondos.
La calle se iba refrescando en los dias de calor con una serie de arbolitos muy frondosos que ensombrecían la vereda contigua al cerco de piedra de la Parroquia. Utilizábamos dos árboles consecutivos como arcos y disparábamos tiros libres de la otra acera aun cuando los curitas y los feligreses nos miraban con cara de pocos amigos a mí y a mis sudados amiguetes cuando la pelota de casco – que pesaba mas que un pavo antes de entrar al horno cuando se mojaba- retumbaba en el cerco de piedras.
Era una calle respetable pero pobre, en los inviernos era un río que se abalanzaba desde el mismo cerro, trayendo aguas arcillosas y un sinfín de juegos marítimos que empezaban para mi desde la salida de la escuela y la casa con las increíbles botas de gomas caminando como un monstruo por las tumultuosas olas de esos ríos y mares diminutos.

Pero en los días de sol, la calle era nuestra.

A veces me vuelvo por ahí sobrevolando en círculos. Me veo acompañado por la tibia, aromática, aterciopelada y calida llegada del verano del sur, con el Ave Maria de Schubert sonando por los parlantes de esa parroquia en vísperas de Navidad o el mes de María , no puedo recordar bien, y yo con un puñado de años y sintiendo como la música me movía cada músculo y como un sentimiento oculto se iba mostrando difuso en mi alma y mis ojos se humedecían sin saber nada de lo que me esperaba más adelante, ni de música ni de letras hasta que las notas que emergían de todas partes se fundían completamente conmigo y esas tardes tibias de niñez..