Mirando al cielo.

Hace rato que se fue el “18”, y este año sólo una vez encumbré un volantín.
Antes lo hacia muy a menudo.
Cuando llegue con mis años y mi polera de Divididos, los enanos dueños de la plaza me miraban con desconfianza y más aún cuando mi nave aérea retumbaba en el suelo y no daba con la configuración de los tirantes ,tarea romántica y difícil que los actuales cometas y mariposas se las arreglan por resolver muy a mi disgusto, que fácil es maniobrar con ellos!!, y que poco gratificante!; aún con mi empuje y tenacidad – y con una provisión de empanadas y vino en la guata- aún así la tarea se hacía difícil.
Los niños de la plaza maniobraban la susodicha “mariposa”, y me miraban con sorna.
- Comprese una de esta “tio”.
- Son muy fomes- repliqué
- Pero se elevan alto.
- Ya. Les refunfuñaba mientras recogía por enésima vez el pájaro azul.
Al final una onda de viento, una cola de lana, y un arete menos del lado izquierdo del volantín, y por cierto de mis triquiñuelas con los tirantes, el “socito” emprendió un gran viaje de 150 yds- todo el carrete de hilo- ahí los broca cochis se olvidaron de la mariposa.
-oooh güena tio.-decía uno.
- se la va a dar to’a tio??- preguntaban cuando el carrete se derretía en mis manos de tanto girar.
- me lo presta un poquito?
Al final de la tarde ya era parte del equipo de niños triunfadores, me despidieron y preguntaron si volvería.
Pero yo no volví a la plaza con el pajaro azul, me quedé esa noche a tomar unos tintos recordando lo feliz que era cuando jugaba más y encumbraba sueños por los cielos de Chiguayante.
Antes lo hacia muy a menudo.
Cuando llegue con mis años y mi polera de Divididos, los enanos dueños de la plaza me miraban con desconfianza y más aún cuando mi nave aérea retumbaba en el suelo y no daba con la configuración de los tirantes ,tarea romántica y difícil que los actuales cometas y mariposas se las arreglan por resolver muy a mi disgusto, que fácil es maniobrar con ellos!!, y que poco gratificante!; aún con mi empuje y tenacidad – y con una provisión de empanadas y vino en la guata- aún así la tarea se hacía difícil.
Los niños de la plaza maniobraban la susodicha “mariposa”, y me miraban con sorna.
- Comprese una de esta “tio”.
- Son muy fomes- repliqué
- Pero se elevan alto.
- Ya. Les refunfuñaba mientras recogía por enésima vez el pájaro azul.
Al final una onda de viento, una cola de lana, y un arete menos del lado izquierdo del volantín, y por cierto de mis triquiñuelas con los tirantes, el “socito” emprendió un gran viaje de 150 yds- todo el carrete de hilo- ahí los broca cochis se olvidaron de la mariposa.
-oooh güena tio.-decía uno.
- se la va a dar to’a tio??- preguntaban cuando el carrete se derretía en mis manos de tanto girar.
- me lo presta un poquito?
Al final de la tarde ya era parte del equipo de niños triunfadores, me despidieron y preguntaron si volvería.
Pero yo no volví a la plaza con el pajaro azul, me quedé esa noche a tomar unos tintos recordando lo feliz que era cuando jugaba más y encumbraba sueños por los cielos de Chiguayante.